Desde hace dieciséis años doy clases de ilustración, he podido observar el crecimiento de mis estudiantes y dichosamente verlos superarme muchas veces. Sobre todo me doy cuenta de la manera en que su formación afectó sus decisiones futuras. Así como un bailarín clásico no puede evitar caminar por la calle con una postura que revela su trabajo en la barra. Una persona que se acerca a la interpretación de un texto a través de la gráfica, no vuelve a leer un párrafo de la misma manera, inmediatamente devuelve su opinión sobre el mismo, su crítica se hace más profunda y trata de ver los portillos que el escritor ha dejado abiertos.
A este lugar vienen las más variadas especies, profesionales con largos currículums en el oficio de las artes, maestras de escuela, dentistas, arquitectos, jefas de hogar, psicólogas, estudiantes de secundaria, niños y niñas, personas con algún síndrome o discapacidad, adultos mayores, cajeros del banco, emprendedores, a veces un gato. Todos con hambre de decir, seguros de que estas tres horas son solo suyas, vienen como a una fiesta del té con el Sombrerero, vestidos de Liebre de marzo, locos por probarse a sí mismos.
Add comment