Y con esas palabras mágicas inició una deliciosa narración de Doña Culpa Mora y su gato Tiempo, atrayendo al taller el espíritu de Carlos Luis Sáenz y corporizando como en un encantamiento a la Literatura de los que no tienen voz, los infantes. Etimológicamente del latín infantis, «el que no habla», la literatura que aún no tiene espacio entre las letras de nuestras universidades, que la relegan a los ámbitos destinados a la docencia y la formación, todavía sin el reconocimiento de sus virtudes artísticas probadas por su propio mérito.
Carlos nos preguntó, qué entendíamos por literatura infantil, qué cualidades la hacían distinta a cualquier otra literatura, algunas de las participantes decían que porque es divertida, otra que incluye a la magia y a la fantasía, una dijo que el asombro siempre está presente en los libros infantiles y luego Alejandra aportó que en los libros infantiles hay “libertad para hacer lo que sea”, características que también se incluyen en la literatura para adultos, pero Jeannina aseguró que muchas veces estos textos están sujetos a la censura de la violencia o de lenguajes “duros”.
Aquí, Carlos, hizo una pausa para explicarnos la tensión que resulta de las expectativas Pedagógicas de la literatura infantil, entre la libertad creativa y el destino que la educación espera de ella, comentándonos que, a menudo y de una manera errónea, se asume que la literatura para los más pequeños solo sirve en sus funciones didácticas y que sin embargo, como arte que es, la literatura debería ser una decisión responsable del autor en concordancia con sus propias escalas de valor, ética y moral y no para complacer a la sociedad. Y que, por tanto, al ser una obra individual, nunca calzaría con todos los marcos de referencia aceptados, ni podría complacer todas las otredades, lo que la convierte en políticamente incorrecta, por naturaleza.
La literatura es una, sin embargo hemos decidido separar a los niños y los jóvenes de todos los demás, arbitrariamente, con la excusa de que son “seres humanos en formación”, cuando evidentemente estamos de acuerdo en que seguimos cultivándonos toda la vida. Desde una selección de textos que convengan a los fines del estado, la sociedad, la política y el grupo familiar.
Aquí citaba a Graciela Montes: “Más peligroso que la censura del estado es la que hacemos nosotros mimos, los creadores, sobre nuestras obras”, quien fuera censurada en 1975, por la dictadura en Argentina. En este momento, Adriana, comentó: -“Debería permitirse la lectura de cualquier texto infantil con un comentario posterior que aclare las dudas de los niños, en lugar de excluir grandes libros de los que podrían aprender”.
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